“Cuida de mis sueños, Cuida de mi vida.
Cuida a quién te quiere, Cuida a quién te cuida.
No maltrates nunca mi fragilidad,
Pisaré la tierra que tu pisas”
Pedro Guerra
El horror.
Cuando quien debe cuidar y velar por la integridad de quienes más amamos transgrede y rompe la confianza depositada es eso, el horror.
Cuando quien tiene la salud física y emocional de nuestros niños en sus manos y tritura este tesoro preciado es el horror.
Cuando el cuerpo y la psiquis de una criatura es invadido, vulnerado y ultrajado es el horror.
La pedofilia es quizás una de las aberraciones más espantosas de la humanidad. Existe, existió y existirá. Por desgracia no tenemos los elementos para erradicarla como si fuera una plaga.
En estos días una vez más el impacto de las noticias pone en descubierto uno de los temas más sensibles y delicados que nos atraviesan, el abuso sexual infantil.
Los adultos debemos como cuerpo social mantenernos en un delicado equilibrio entre el alerta para detectar las señales que los chicos dan, pero cautelosos de no entrar en psicosis colectiva y sobreprotección porque los extremos no son saludables.
La enorme mayoría de los adultos que trabajan con niños en las áreas de salud y educación lo hacen desde el amor y la vocación genuina y no desde la perversión y los intereses más oscuros.
Los dos ejes que debemos tomar en consideración para prevención y detección precoz de estas aberraciones son:
- Poder leer y tomar a tiempo las señales que los niños nos brindan cuando una situación de abuso sexual da inicio.
- Educar a nuestros niños, empoderarlos para que puedan pedir ayuda, romper pactos perversos con los abusadores y decir NO. Y en este punto el cumplimiento de la Educación Sexual Integral es fundamental.
Y agrego un tercer elemento: un antídoto frente al horror es el desarrollo de la valentía, clave para salir de la trampa del “no te metás“, tan propio de los argentinos en estos tiempos.
Valentía para denunciar por los canales correspondientes aquellas certezas que nos conduzcan a la posibilidad de poner fin a una situación de abuso sexual infantil. Desde las trincheras, consultorios, aulas, colegios, lugares de trabajo, vecindarios.
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Debemos los adultos extremar las medidas precautorias y explicar a nuestros niños que "su cuerpo es de ellos, que nadie puede ni debe tocarlos en sus partes íntimas" .
Debemos explicarles la diferencia entre el o físico “bueno” y “malo”. Besos en la mejilla, abrazos, caricias en el pelo, ayudarlos a distinguir entre el afecto tierno y el abuso para que puedan pedir inmediatamente ayuda. Que el cuerpo tiene partes privadas que nadie debe tocar ni pedir ver. Nadie puede entrometerse en él, que el cuerpo es un templo, que deben cuidarlo y cuidarse. Que no deben guardar ningún secreto con nadie que se los pida, bajo ningún concepto.
Tampoco debemos obligar a nuestros niños a saludar a quienes no quieran. "Dale un beso a la tía", "saludá, no seas maleducado": educamos niños sumisos de esta forma, y con menor capacidad de defensa frente a situaciones de abuso.
Debemos enseñarles a decir NO, gritar y pedir ayuda si sienten que son invadidos en su cuerpo, y que nada malo están haciendo si lo expresan.
Recomiendo miren "El libro de Tere" y "El libro de Sebas", herramientas útiles para prevenir los abusos infantiles y empoderar a niñas y niños.
Una excelente manera de criar y educar hijos empoderados es ayudarlos a construir la categoría de la autonomía desde muy pequeños.
A partir de los primeros años de vida darles herramientas para que puedan gestionar su higiene personal, bañarse, limpiarse cuando van de cuerpo, poder cambiar solos su ropa interior cuando la ensucian, entre otras medidas.
Cuanto antes lo logren dejarán de depender de manos ajenas que aún con las mejores intenciones tocarán sus cuerpos. Durmiendo solos, haciéndose cargo de su propio cuerpo para dejar de tener un cuerpo hipermanipulado por distintos adultos cuidadores.
Autonomía y pudor, una dupla que los fortalece y que se educa desde muy temprano. Las situaciones de abuso sexual infantil suelen ser procesos que se construyen desde un acercamiento gradual a los niños por personas de su círculo íntimo.
Cuanto antes detectemos e interrumpamos la secuencia de abuso menor será el daño sufrido por las víctimas.
No lograremos que los pedófilos dejen de existir pero podemos implementar redes que cuiden a nuestros niños de estos enfermos.
Aclaro que es una enfermedad de la cual el perverso es consciente e imputable. No hay en la pedofilia emoción violenta, hay premeditación y alevosía.
El horror existe y existirá, pero podemos como adultos crecer en la prevención y detección precoz.
Construyamos redes de cuidado, los niños son el elemento sensible a cuidar, son lo más valioso, abramos ojos, sin enloquecer, sin cazas de brujas, con sensatez; oídos atentos y miradas prestas.
Escucho en el consultorio numerosos relatos de adultos que han sufrido de niños situaciones de abuso pero el silencio aun en sus años de adultos sigue siendo rey.
Muchos manifiestan que alguna vez quisieron pedir ayuda y no fueron oídos, a veces la negación de los dolores es una reacción casi instintiva "a mí no me puede pasar", pero pasa, y cuanto antes tomemos medidas, menor será el daño.
Construyamos vínculos de confianza para que los niños puedan encontrar refugio rápidamente si alguna de estas atrocidades suceden. Despeguemos oídos y miradas atentas, palabra puesta a circular , y valentía, mucho coraje para estar a la altura de lo que la infancia requiere del mundo adulto.
“No maltrates nunca mi fragilidad, pisaré la tierra que tu pisas…”
Ni más, ni menos, los niños nos precisan, estemos a la altura de las circunstancias.
*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres. El 9/6 presenta junto a Laura Escobar "Ordenando vínculos" en el Teatro Picadero.
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