La imagen aparece en medio de la conversación, en esas derivas donde una entrevista se tuerce, deja abierto un silencio, un atajo a lo inesperado y a la sorpresa. “No, yo no le puse Miramar a la novela porque pasara mis veranos de infancia ahí. Nuestros veranos eran en Villa Gesell. Pero ahora que lo pienso, hay una escena a la que vuelvo una y otra vez. Frente al departamento que mi familia tenía ahí, estaba la avenida costanera que en ese momento era de arena. O sea, salía directamente a la playa atravesando un caminito de maderas blancas. A las dos de la tarde, descalza, me iba a leer sola. Pero me quedaba en un médano. No veía la playa aunque sentía su murmullo”.
Quien cuenta esto es Gloria Peirano. La escritora acaba de reeditar a través de Alfaguara su novela Miramar. Entre el suspenso y la nostalgia, se cuenta aquí la historia de una hija que, ya adulta, desanda los últimos años de su padre para entender el misterio de él pero además, el propio.
También el camino de la novela fue largo y silencioso. En 2007, tras cuatro años de escritura en el taller de Tamara Kamenszain, ganó el segundo premio de novela organizado por el diario Página/12. Después quedó adentro de un cajón y recién se publicó en 2012 por la editorial Fin de la Noche.

En este lapso, Peirano (que además es docente de escritura en la Untref y de Morfología y Sintaxis en Artes de la Escritura de la UNA) ha publicado libros como Las escenas vacías o La ruta de los hospitales, que obtuvo el segundo premio en el concurso de Letras organizado por el Fondo Nacional de las Artes en 2017. También escribió guiones junto a Gustavo Fontán, su pareja. Además, juntos codirigieron el film El piso del viento, que se estrenó en estos días.
–Se podría pensar que Miramar es un libro que se espeja en La ruta de los hospitales. En aquella historia de esa madre bella y potente hay un eco de este padre frágil, que finalmente se desmorona y muere demasiado joven.
–Toda escritura es autobiográfica. Y es que se escribe desde la experiencia, desde las emociones vinculadas a lo vital. La ruta de los hospitales, en verdad, está más cerca de lo autobiográfico que Miramar. Pero Miramar tiene un elemento autobiográfico importante: sí, mi padre antes de morir a los 43 años, pidió el teléfono e hizo un llamado. Siempre me intrigó tremendamente saber a quién llamó. En ese sentido, Miramar tuvo la suerte de tener un núcleo ígneo que la mantiene, creo, vigente. Me refiero esa escena que no vi pero que en el libro imagino a partir de la mirada de una hija que busca una respuesta cuando se convierte en adulta.

–El secreto es un tema de la novela, un modo de vinculación en esa familia y en Victoria, la protagonista, cuando, ya grande, es abandonada por su marido.
–Sí, esa novela tiene pasadizos y secretos. ¿Cuánta información tiene uno de los otros? Eso fue lo que me pregunté. O como dice Barthes, nunca se sabe hasta qué punto alguien puede ser alcanzado. Esto refiere incluso a Miguel, el esposo de Victoria, cuando la abandona. ¿Ese personaje está feliz? En esa subtrama hay un misterio en torno a él, al igual que el misterio en torno a ese gesto singular del padre, que revela una faceta dolorosa. Y es que no siempre saber alivia. Pero aún así, no es lo mismo saber que no saber.
"Mi padre antes de morir a los 43 años, pidió el teléfono e hizo un llamado. Siempre me intrigó tremendamente saber a quién llamó", cuenta la autora.
–¿Lo decís además por el Mundial 78 como trasfondo de la novela?
–Sí, también por eso. En este país, donde se cometió un genocidio durante la dictadura, todo lo que tiene que ver con saber o no saber es algo que llevamos untado en el cuerpo. La dictadura en la novela está como trasfondo. Y pensé mucho en su momento cómo construir ese vínculo, en intentar que ese contexto no ahogara la historia principal.
"Un gran misterio que se resuelve de distinto modo en cada texto es la pregunta ¿cómo se escribe?" Gloria Peirano
–Alguna vez me contaste que construías tus tramas como una escultura, apoyándote en el lenguaje como materialidad.
–Bueno, eso fue ocurriendo más con el tiempo. Miramar es una novela de trama aunque con el correr de los años a mí me fue interesando más esos textos donde no se pueden discernir algunas especificidades.
–¿En qué sentido">