El hall está rodeado de luces azules de neón. Abajo, un bar con mesas blancas y altas en donde se puede tomar algo, hacer la previa. Todavía es temprano y casi todas las parejas se instalan solas, no hablan con otras, observan. Nadie se dirije la palabra porque el tan mentado “intercambio” no ocurrirá en ese lugar, demasiado expuesto e iluminado. La dark room (salón oscuro con sillones plastificados de las más diversas formas, cuartos con distintos tipos de luces, dispensers de profilácticos, etc.) es el escenario principal de los clubs SW, es el objetivo. Pero para eso, primero hay que animarse a entrar.
Casi todos los clubs swingers de Buenos Aires cuentan con “guías”. En la puerta de ingreso explican el funcionamiento del mismo –reglas básicas de convivencia- a los novatos y primerizos. También a los que van confundidos: "sabés que esto es un club SW, ¿no">