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      La historia del Royal Ballet

      Redacción Clarín

      Si se consideran los más de trescientos años de historia del Ballet de la Opera de París y los cerca de doscientos del Ballet Marinsky de San Petersburgo, la vida del Royal Ballet londinense resulta por comparación muy breve. Esta compañía no nació por la voluntad de un rey, un zar o algún tipo de decisión gubernamental sino gracias a la tenacidad de una extraordinaria dama irlandesa conocida como Ninette de Valois, que murió en el mes de marzo pasado cuando estaba muy cerca de cumplir ciento tres años.

      De Valois había comenzado su carrera como bailarina en los circuitos del music-hall inglés y aunque tenía una formación de danza, su encuentro con el legendario maestro Enrico Cecchetti le dio un mayor rigor a esa formación. Entre 1923 y 1925 integró los Ballets Russes de Serguei Diaghilev y al regresar a Londres abrió su propia escuela de ballet. Ya estaba interesada en crear una compañía de danza y entendió que la mejor manera de lograrlo era buscar el apoyo de alguna institución teatral. Logró entonces una carta de presentación para Miss Lilian Baylis, una señorita victoriana conocida como La Dama y que dirigía el Old Vic. Este teatro se dedicaba al repertorio shakesperiano y estaba ubicado en un barrio popular. Después de trabajar esforzadamente durante cinco años para las producciones del Old Vic, Ninette de Valois logró crear su propia compañía en el teatro Sadlers Wells.

      Algo muy interesante para tener en cuenta es el hecho de que una compañía nacida de una manera tan peculiar pudo avanzar por un camino propio, gracias precisamente a sus limitaciones y dificultades. Como carecía de dinero para pagar grandes producciones y tampoco contaba con una cantidad suficiente de bailarines para encarar de un modo ortodoxo los grandes ballets clásicos, el repertorio de la compañía se construyó con obras de la propia De Valois y más adelante con piezas aportadas por un joven muy talentoso, Frederick Ashton.

      "Lentamente —escribió en su autobiografía Ninette de Valois— nuestros críticos más severos decidieron que con la incorporación de obras clásicas y con nuestro creciente repertorio de obras inglesas estábamos en condiciones de presentarnos en el Covent Garden, sólo entre mayo y septiembre, cuando no hubiera artistas rusos a la vista. Fue la muerte de Ana Pavlova y la de Serguei Diaghilev la que le dio al ballet británico un extraño sentido de alivio y la repentina pérdida de un desesperanzado sentido de inferioridad".

      Poco después de concluída la Segunda Guerra Mundial, el Sadlers Wells Ballet recibió una invitación para establecerse en el recientemente reabierto Royal Opera House (nombre oficial del Covent Garden). "Contábamos solo con una compañía desgastada por la guerra —escribió de Valois—. Era como una delirante pesadilla en la que me daban el palacio de Buckingham y unos pocos plumeros y me pedían que hiciera la limpieza de primavera". Diez años después el Sadlers Wells pasó a ser formalmente el Royal Ballet. En la década siguiente la compañía fue el marco de una pareja legendaria, la formada por Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev.


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