Un cuarto de siglo más tarde, Miguel Mateos parece atesorar en sus ojos celestes cada instante de aquel lejano agosto de 1985. Sin embargo, sugiere que estaba más preocupado por no caerse del escenario que por disfrutar de ese momento, en el cual el rock argentino terminó instalándose definitivamente en la arena popular. Con la perspectiva de los años, el ex Zas aprendió a valorar lo que consiguió antes de festejar las bodas de plata de su obra cumbre, Rockas Vivas .
Equilibrado y derrochando energía, el creador de Tirá para arriba aparenta tener controlado cada detalle de su regreso al Luna Park el sábado próximo, ahí donde se recibió de artista masivo y volvió néctar de la industria discográfica. Sin gastar saliva mencionando todos los récords que batió por aquellas horas, su ardor lo pone en otro lado: intentar recuperar la alegría de los ‘80 como si se tratase de una cuestión de Estado.
¿Crees que “Rockas Vivas” envejeció bien como obra? Yo también me hacía esa pregunta. En una coyuntura política y social totalmente diferente, ¿no cantaré algo que está desfasado?... De hecho, hice una revisión de la lírica de esas canciones y me di cuenta de que hay cosas que tienen actualidad. Obviamente, una canción como Huevos fue compuesta en 1982 y con una dictadura militar arriba; Un gato en la ciudad o Extra, extra tienen la reminiscencia de aquel tiempo, de cosas más oscuras. Son canciones que quedaron atadas a un momento pero, extrañamente, sobreviven en la gente. Hay chicos de 17 o 18 años que todavía las cantan y me hablan de las letras … ¡Es increíble! ¿Y te pusiste a pensar qué ven esos jóvenes en esas canciones? Creo que esas canciones tienen una magia y un misterio que trasciende lo coyuntural. Se han convertido de dominio público y tornado en clásicos que viven en su metáfora, porque, en definitiva, no soy un cantor de protesta.
En aquel 1985, ¿pudiste disfrutar del éxito? No, sin dudas que no lo disfruté. En aquel momento, era más joven e inexperto y vivía en un vértigo terrible. Estaba metido en algo que no entendía, que fue producto de un envión tan alevoso que se parecía a estar arriba de una montaña rusa. Que en dos meses y medio un disco explote de la manera que explotó, era algo que me superaba a todo nivel. Pero eso lo podés analizar muchos años después.
¿La fama te desestabilizó? Sí, por supuesto. La fama te pega un cachetazo enorme. Con más profundidad o más frivolidad, siempre te pega. En estos veinticinco años, tuve una lucha muy fuerte, la cual gané hace ya varios años, para estabilizarme personal, espiritual, corporal, mental e intelectualmente. Me fui haciendo más amigo de mí, de mis canciones … Fui superando traumas y manías.
¿Se podría leer que hoy le darías la derecha a quienes te criticaron por ciertos comportamientos de demagogia o soberbia? No sé … Me parece que fui el único a quien han criticado por hacer cantar a la gente. Hoy, eso es más normal, pero hace treinta años el rock nacional no tenía esa impronta y yo me comí bofetadas, algunas con más gracia y otras con desgracias. Algunos de esos cachetazos fueron medios injustificados y otros no. Pero, quién no se sube, en algún momento, al carro triunfal. Aunque, si estamos en plan de sincerarnos, me subí a ese carro por inseguridad, porque, cuando estás muy arriba, tenés dos alternativas: entregarte y hacer cualquiera o protegerte. En esa barrera que pones, hay algunos que pueden pensar: “¡Este es un soberbio!”. Pero sí, en algún momento tuve actitudes que fueron mal interpretadas, pero las tuve por ingenuidad, nunca por soberbia o por creerme más que nadie … Y esto te lo juro, porque yo no soy así. La gente que me conoce, lo sabe. También, tengo en claro que no dejo pasar a mucha gente a mi casa. No soy de los que le abren la puerta a los desconocidos que tocan el timbre y preguntan: “¿Acá es la fiesta">