Tras las últimas elecciones federales en Alemania el Partido Liberal Democrático (FDP) ha quedado nuevamente fuera del Parlamento. Esta salida no es solo un episodio de la política interna alemana, sino que marca la pérdida de la única voz abiertamente liberal en la principal economía europea en un momento de grandes transformaciones.
La desaparición del liberalismo institucional del escenario parlamentario alemán plantea interrogantes sobre el futuro del modelo europeo y sobre el papel que Alemania jugará en la promoción de los valores liberales a nivel global.
El país atraviesa una encrucijada silenciosa. Mientras la nueva “Gran Coalición”, compuesta por los bloques tradicionales, promete continuidad, las tensiones estructurales del país se acumulan. Una población que envejece, un sistema de bienestar cada vez más costoso, un mercado laboral con presión migratoria y un endeudamiento creciente que pone en riesgo la sostenibilidad fiscal. Lejos de impulsar reformas profundas, el nuevo gobierno se resiste al cambio.
Las consecuencias de esta parálisis se proyectan más allá de sus fronteras. Alemania durante décadas fue un referente de estabilidad y responsabilidad fiscal en la Unión Europea. Su reticencia actual a encarar transformaciones estructurales podría debilitar el liderazgo europeo en un contexto de creciente populismo, polarización política y presión sobre el gasto público en toda la región.
El liberalismo atraviesa hoy una oportunidad que no puede desaprovechar. La defensa de la democracia constitucional, el Estado de derecho, los mercados abiertos y la responsabilidad individual sigue siendo, más que nunca, la base sobre la cual construir un futuro sostenible.
Los movimientos liberales en América Latina van a contracorriente y luchan por abrirse paso en medio de la polarización del electorado y las promesas populistas, tanto de izquierda como de derecha. Por eso, la reciente salida de los liberales del Bundestag resuena también en la región, y refleja el desafío global de convencer a los votantes con soluciones reales, alejadas de simplificaciones que poco tienen que ver con la realidad. Mientras el liberalismo organizado en Alemania atraviesa un proceso de reconstrucción, surgen otros ejemplos —como el de Canadá— que han traído sorpresas alentadoras.
En este contexto, el retroceso del FDP cobra otra dimensión. Su agenda —reforma del sistema previsional hacia modelos mixtos, alivio fiscal a la clase media, modernización del Estado con foco en innovación y educación— apunta a equilibrar un contrato social que hoy castiga a las nuevas generaciones. El hecho de que ese mensaje no haya impactado entre los votantes evidencia un dilema más amplio: ¿pueden las ideas liberales competir con promesas de bienestar inmediato en tiempos de incertidumbre?
Lo que ocurre hoy en Alemania puede anticipar discusiones futuras en otras democracias. La tensión entre el gasto social insostenible y la necesidad de reformas impopulares es una constante. Alemania, como eje del orden europeo, lo que decida —o no decida— tendrá consecuencias para el rumbo político del continente, y por ende, para el orden ideológico global.
Para los liberales, dentro y fuera de Europa, el desafío es claro: renovar su narrativa, adaptarse a los nuevos tiempos y volver a ofrecer soluciones concretas a los problemas de fondo. La salida del FDP del Bundestag no debe leerse como un final, sino como un llamado de atención. La reconstrucción liberal en Alemania puede ser el primer paso hacia una renovación más amplia del pensamiento liberal global.
Karl-Heinz Paqué es Presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Berlín y Presidente de la Liberal Internacional
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