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      Contempladores de nubes

      En lugar de libros, hay muchos que hojean nubes, pero con el mismo espíritu del lector puro, que no es utilitario. ¿Qué significa comer y beber libros?

      Contempladores de nubesDieta de libros. Foto: Freepik.

      “¿En qué estás perdiendo el tiempo?”: todos hemos escuchado alguna vez esa frase, como queja o como reprimenda. Es probable que padres, maestros y amigos nos la hayan dedicado con tono onitorio, por dispersarnos en actividades inútiles o dañinas, o en ninguna actividad visible. Quizá, también, nos hayamos auto incriminado por un empeño que no dio los frutos esperados, por un amor no correspondido, por la dedicación a una “causa perdida”.

      Se olvida, sin embargo, el criterio más importante: venimos a este mundo a vivir. La (aparente) derrota y el fracaso son parte necesaria de cualquier vida humana plena; la plenitud es el todo, incluye las sombras y el dolor. Y lo que parece “inútil” desde un punto de vista material o crematístico es el núcleo de sentido que ilumina y justifica nuestros días sobre esta tierra.

      Nunca olvidé la lectura de mi primer cuento: “Nubecita, el chanchito distraído” de Oesterheld. Su protagonista es un absorto contemplador: “tan distraído que se olvidaba de jugar con sus amigos y se pasaba los días y los días mirando correr las nubecitas por el cielo azul…”. La distracción lo lleva a quedarse dormido sobre un carro de heno y a despertar en una ciudad donde debe ganarse el sustento. Pero no sirve para vender helados porque se los come, ni leche, porque se bebe el contenido de las botellas, ni diarios o revistas, porque se pone a mirar las ilustraciones. Naturalmente, todos sus empleadores se enfurecen y lo persiguen para tomar represalias. Asustado, logra esconderse, él cree que en una casa, aunque en realidad ha conseguido algo mejor: su distracción consuetudinaria, ahora providencial, lo ha metido en un tren que lo lleva de vuelta al campo, donde retornará a sus días felices de cara al cielo. Seguramente ni Oesterheld ni Nubecita podían predecir la existencia de un club internacional de contempladores de nubes (la Cloud Appreciation Society). Como tantos otros grupos humanos dedicados al ocio creativo, esta sociedad genera fondos y en su plataforma virtual se ofrecen libros, fotos, videos, música, sobre las nubes que son su objeto.

      Ya de adulta, entendí en qué radicaba para mí el hechizo de ese relato. Nubecita representa la especie primaria a la que pertenezco: la especie de los lectores, que engloba al subconjunto de los escritores y lo precede. En vez de libros, hojea nubes, pero con el mismo espíritu del lector puro, que no es utilitario. Comemos libros, bebemos libros, ensoñamos libros, y el disfrute solo se detiene ante la perspectiva de poder continuar con la misma dieta al día siguiente.

      Mi pasión contemplativa fue derivando, como efecto secundario, en un trabajo profesional que también proveyó a las necesidades materiales.

      La curiosidad y el deseo, intactos, siguen empujando mis lecturas; escribo libros con el afán de que sean para otros como nubes, y que vuelen lejos.


      Sobre la firma

      María Rosa Lojo
      María Rosa Lojo

      Escritora e investigadora argentina, autora, entre otros libros, de Los ‘gallegos’ en el imaginario argentino y Todos éramos hijos.

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