Antes hubo otro Dibu, uno que se hizo conocido gracias a una serie donde a una familia se le sumaba un muñeco que gritaba bastante, nada que ver con nuestro Dibu, que llegó un día a la selección para llenar de alegría el sediento corazón de tantos aficionados y es que Emiliano Martínez juega con el alma. Para él no hay juego que no sea importante, la palabra apatía no está en su vocabulario. Antes de los partidos, suena el himno argentino y los ojos le brillan. Por eso merece su popularidad, parece nacido para el rescate, los contrarios lo ven aparecer alto y majestuoso con el pelo pintado con los colores argentinos y algo parecido al temor sacude sus rodillas de avezados jugadores que han enfrentado las verdes y las maduras mientras no pasean en sus yates y sueñan con los contratos que ofrece el mundo árabe, esos que también aflojan rodillas, pero por causas más terrenales. Cuando se para en el centro del arco casi se torna un dragón de Juego de Tronos, y lo más seguro es que ni siquiera un Neymar logre embocar la redonda. Algo tiene el Dibu que asusta a los rivales. Si fuera cubano ya le hubiéramos hecho una rumba, así que tengo la esperanza de que surja algún tanguito y que el Dibu pueda oírlo y suelte uno que otro pasito de baile.
Luego de la hermosa victoria de Qatar, trataron de enfrentarlo con Kilan Mbapé, y el gran delantero francés respondió que los gestos del Dibu no eran para él una ofensa personal porque formaban parte de la dinámica del fútbol, el más competitivo de los deportes. Tal vez porque la diferencia entre triunfar o no se mide con la tenencia o no de yates. Hermoso que dijera estas palabras, dice mucho de su grandeza. Otros ses no actúan así, le silban, gritan improperios, hacen gestos obscenos, como si el Dibu por cortesía hubiera estado obligado a que el gol de Kolo Mani entrara. Raro comportamiento en los habitantes de nación tan civilizada.
Ahora se ha puesto de moda a nivel mundial el político que tiene la mala palabra como divisa, que está convencido de que el grito es una manera eficaz de comunicarse. Muchos de ellos gritan para que los votantes olviden sus falencias. Son los antidibus, porque el gran Dibu luego de soltar alguna gastada evita goles, salva al equipo, le da alegría a nuestro atribulado corazón mientras que los políticos del grito, del twitteo exagerado, solo logran ofender a unos y entristecer a otros. Es lindo que se premie la excelencia, la capacidad de ir siempre al fondo de lo que emprendemos y el Dibu logró que los negocios se llenen de camisetas de arqueros, esos cenicientas del fútbol. Ya es una figura paradigmática, ya para siempre estará congelado en nuestros sueños deteniéndole ese balón al jugador francés, logrando que la alegría se nos desborde como el champán cuando destapamos la botella.
El autor es escritor cubano
Sobre la firma

Marcial Gala, escritor, su último sueño consistió en que era un senador que apoyaba a Zelensky. En Cuba ha sido Premio Alejo Carpentier, Nacional de la Crítica y de Cienfuegos en cuento y en poesía. En Argentina premio, Ñ Ciudad de Buenos Aires y en Estados Unidos estuvo entre los finalistas del Pen Club América. Aquí publicó cinco novelas: “Sentada en su verde limón”, traducida al italiano, “Rocanrol”, “La catedral de los negros”, al inglés, francés, alemán y árabe, “Llámenme Casandra”, al inglés, francés, italiano, portugués y polaco y, la última, “La máquina de ser feliz”.
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