window.addEventListener('keydown', function(e) { if(e.key === 'Escape'){ e.preventDefault() } });
Noticias hoy
    En vivo

      Larga vida a la buena lágrima (de café)

      Los "lattes" y "macchiatos" no se comparan con un café hecho a la manera tradicional de los bares de antes.

      Larga vida a la buena lágrima (de café) Café en pocillo, ¿una especie en extinción?

      Me encuentro con un amigo. Como tenemos poco tiempo, entramos al café que nos queda más cerca. El lugar tiene cuatro mesas diminutas, una tabla alta con banquetas que miran hacia la vereda y un mesón tipo taberna medieval en el que hay que compartir la conversación con extraños.

      Elegimos una de las mesas para dos. Es la única que queda y el chiflete que viene de la puerta me da justo en la espalda, pero prefiero eso a treparme a un banquito que me hace parecer una especie de títere (sí, soy así de bajita) en el acto de merendar para el público peatón.

      Todas estas señales me alertan lo suficiente como para pedir una limonada. Mi amigo, en cambio, cae en la trampa. Pide un café con leche. La moza le pregunta si se refiere a un macchiato o a un latte. Él se resigna por lo segundo.

      Café de especialidad, decorado pero frío. Café de especialidad, decorado pero frío.

      Se lo traen en un tazón que sería ideal para un gato (claro que tiene el plus de un corazoncito dibujado en la espuma). No hay forma de tomar eso con comodidad mientras se conversa, es un recipiente hecho para la angurria y la rapidez o para ceremonias rituales en algún templo new age, no para acompañar la hora de charla intensa entre dos amigos que hace meses que no se ven.

      A nuestro alrededor, nadie parece notar que las sillas son incómodas, las tazas, inapropiadas y la música está fuerte. Supongo que los inventores de esa plaga que se llama “café de especialidad” midieron muy bien el rango comodidad/tiempo de permanencia y llegaron a la conclusión de que lo único que quieren es que la gente se vaya lo antes posible.

      Los cafés de especialidad suelen servirse en tazas inapropiadas. Los cafés de especialidad suelen servirse en tazas inapropiadas.

      Los incómodos "cafés de especialidad"

      No importa cuanta personalidad crean ponerle los emprendedores que los fundan, estos lugares son todos iguales: despacho rápido, impersonalidad en la decoración, léxico importado e incomodidad premeditada. La verdad es que, si para tomar un café casi frío (pero de origen registrado), tengo que pagar un precio tan alto, prefiero pasar.

      Por suerte, en Buenos Aires todavía resisten algunos cafés tradicionales. Mi favorito es el Montecarlo, en Palermo, donde te atienden con amor y dedicación y te sirven el café con un biscotti delicioso.

      No sé nada de su historia, apenas que se fundó en 1922 pero sí sé que es un lugar donde, vayas a comer o a tomar un café, te podés quedar todo el tiempo que quieras sentada en esas sillas acolchadas color bordó que (doy fe) están desde hace décadas.

      El tradicional bar "Montecarlo" reabrió gracias a la movilización de los vecinos. El tradicional bar "Montecarlo" reabrió gracias a la movilización de los vecinos.

      Al Montecarlo no le hace falta jugar a la nostalgia porque sigue igual. Leo en internet que en pandemia cerró y que los vecinos se movilizaron para que reabriera porque es una especie de isla de tranquilidad en medio de un barrio invadido por torres y locales comerciales.

      Leo que el Che lo frecuentaba y que la chef Paula Comparatore es la responsable de sus delicias actuales. Y aquí no hay que resignar ni el café con leche ni la lágrima (ese nombre precioso que los porteños dicen haber inventado para la gota de café en la taza de leche). Como dice un amigo rosarino con el que a veces nos vemos ahí, larga vida al Montecarlo.


      Sobre la firma

      Betina González
      Betina González

      Escritora

      Bio completa