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      La mirada generosa de los sibaritas

      Los que se proponen vivir para los placeres del cuerpo y del espíritu.

      La mirada generosa de los sibaritasDulce de leche. Bien argentino.

      Nadie más sibarita que un argentino que se propone vivir para los placeres del cuerpo y del espíritu. Acá abundan los que se despiertan escuchando a Charly y desayunan facturas y tostadas llenas de mermelada, exprimido de naranja y café con leche, todo para empezar el día, dicen, convencidos de que aquellos que no se regalan a sí mismos esos placeres son unos estoicos, gente que no se sabe de qué madera está hecha.

      Nada como el dulce de leche para atestiguar esa inclinación nuestra a las cosas deliciosas. No hay como llevarse una cucharada a la boca y cerrar los ojos mientras el sabor penetra en cada una de las papilas gustativas: dan ganas de regresar a la cama con la pareja y olvidarse del mundo mientras el disco de Charly sigue sonando, hacer el amor y quedarse dormidos así, hasta la hora del asado con chimichurry o, si tienes gustos orientales, con curry. Combinar la carne argentina con curry es lo más, pero por desgracia hay que ir al laburo, así que después del copioso desayuno el sibarita toma el bondi y mira a sus compatriotas y puede determinar quién es un desayunador serial o cuál de ellos practica dietas o ayuno intermitente. Se les nota.

      Cuando te acostumbras a las maneras de acá, buscas por el mundo bares y cafés donde las porciones sean generosas y los camareros amables. Ni en Milán las milanesas son tan grandes y tan apetitosas como en estas tierras. Pides una milanesa en Italia y lo que te traen te parece un discreto sucedáneo, te dan ganas de preguntar qué le pasó a la otra porción, llegas a pensar que te la van a servir en otro plato, miras al mozo y entiendes que eso es todo, así que si eres sibarita empiezas a extrañar tu tierra donde las milanesas no caben en los platos y si las pides a caballo te las traen con un huevo frito arriba y de paso, con papas.

      En la hermosa Alcalá de Henares, ese lugar donde nació Cervantes y donde queda una de las más viejas universidades del mundo occidental, mis andariegos pies me llevaron a una cafetería cuyo nombre inspiró estos pensamientos: Síbarys. Allí, para mi sorpresa, sirven el helado a la manera de acá, un helado que más que eso es porción de nostalgias, máquina de recordar. Cuando lo probé me vi de nuevo en mi Vicente López, esperando que llegue el tren. Sonaba rock argentino, por eso y por el especial de dulce de leche, supe que sus simpáticos dueños de algún modo habían llegado desde estos pagos y los evocaban de mil formas.

      Para ser sibarita, por suerte, no hay que ser millonario, solo es necesaria una mirada generosa a las cosas de la vida, no pensar que se viene a este mundo a sufrir sino que la vida es un regalo, una dádiva de la que todos participan.

      La búsqueda de la felicidad está en el centro de esa manera de ver el mundo que está tan mal mirada en comparación con el ceñudo estoicismo, típico de gente que sólo pretende tener un vientre tan plano como carretera pampeana.

      Marcial Gala es escritor cubano


      Sobre la firma

      Marcial Gala
      Marcial Gala

      Marcial Gala, escritor, su último sueño consistió en que era un senador que apoyaba a Zelensky. En Cuba ha sido Premio Alejo Carpentier, Nacional de la Crítica y de Cienfuegos en cuento y en poesía. En Argentina premio, Ñ Ciudad de Buenos Aires y en Estados Unidos estuvo entre los finalistas del Pen Club América. Aquí publicó cinco novelas: “Sentada en su verde limón”, traducida al italiano, “Rocanrol”, “La catedral de los negros”, al inglés, francés, alemán y árabe, “Llámenme Casandra”, al inglés, francés, italiano, portugués y polaco y, la última, “La máquina de ser feliz”.

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