La reinvención de la sensatez

Cuando se está en el medio del transcurrir de la historia es difícil prever hacia donde va. La historia es como un caballo desbocado, cuyo rumbo solo se puede conjeturar cuando se lo ve a cierta distancia, en el tiempo, en el espacio o esa distancia interna que hace a un buen observador.

La desafección de la gente por la política, expresada en una negativa a ir a votar en las elecciones intermedias de este año, hace aún más difícil hacer alguna prospección, sobre cuál va a ser el modelo de liderazgo que surja cuando, más tarde o más temprano, la marcante experiencia del liderazgo de Javier Milei se vaya opacando.

La experiencia de la Argentina desde la reconquista de la democracia en 1983, signada por las debilidades macroeconómicas y las expectativas incumplidas, marca un ritmo que parece inexorable.

El surgimiento de alternativas que superan a lo anterior, casi siempre se construyó diferenciándose sobre los rasgos más criticados. La hiperinflación en los últimos períodos del gobierno de Alfonsín, la corrupción y el desempleo en la segunda etapa Menemista, el estallido de la crisis del 2001 del gobierno de De la Rúa, el manejo discrecional del poder político y económico durante el kirchnerismo, el direccionamiento de la economía en favor de un grupo económico percibido durante el gobierno de Macri, la falta de rumbo en el gobierno de Fernández, fueron rasgos que cimentaron el surgimiento y el triunfo de alternativas, que hicieron de esos rasgos negativos parte central de nuevas construcciones políticas.

Por este largo y enrevesado camino es que gran parte de la sociedad llega al momento actual, después de sucesivos fracasos de gobiernos anteriores de distinto signo, buscando un reordenamiento del Estado y de las cuentas públicas que le permita vivir mejor.

La pregunta es si esa articulación entre expectativas y macroeconomía va a poder resolverse positivamente, o si siguiendo el derrotero nacional, vamos a volver al ciclo de desencanto. Si esto llega a suceder, la pregunta es “qué viene después”. Como sabemos que “después” se construye sobre aquello que la opinión pública rechaza con más masividad, con un importante margen de error, podemos intuir un desenlace.

La agresividad del gobierno de Milei parece ser su faceta menos favorable, incluso para sus votantes. Así como la autenticidad y tener un rumbo claro, parecen ser sus atributos más importantes, la violencia y la irracionalidad, en su estilo de gobierno y de comunicación, son ampliamente rechazados.

Es posible entonces, que el liderazgo que lo suceda, si la falta de dólares no permite que las expectativas se mantengan, se construya como lo opuesto. Quizás se necesite una gran sensatez. Que se dedique a restañar las heridas que el cuerpo social fue sufriendo. Que busque un equilibrio dentro de lo posible. Que no intente dar vuelta otra vez la historia. Mas cerca de la razón, y más lejos de la ilusión.

Daniel Lutzky es politólogo, especialista en comunicación política.