¿Cómo se viven otro tipo de amores? Es la pregunta que empieza por el final de la cuestión. Pero antes de llegar a ese punto, desandemos la historia de nuestras relaciones bajo una misma estructura dominante: deslumbramiento, obsesión (stalkeo de redes sociales mediante), conquista estresante (¿quién da el primer paso?), apasionada entrega (a veces interrumpida por insoportables desencuentros), obstáculos e impedimentos (luego de establecida la relación), dependencias y sacrificios hasta que sobreviene el gran final: vivimos felices para siempre. Esta trama ha alimentado innumerables ficciones.
Este circuito señalado en la actualidad como problemático por el feminismo, los movimientos poliamorosos y las nuevas filosofías del amor (a lo Darío Z) es cuestionado cada vez más por las nuevas generaciones (milennials y centennials), que viven los efectos atenuados de algo que para madres y abuelas era la base de la vida: encontrar a la media naranja.
Por eso muchos y muchas no tienen pareja, porque no desean someterse a los drenajes emocionales y energéticos propios del amor así concebido: la espera de un mensaje; el derroche de tiempo que puede ser preciosamente usado para proyectos personales; la vida que se nos va intentando controlar situaciones para no vernos heridos nuevamente en nuestro frágil narcisismo.

Señalamos los puntos principales de ese amor romántico cada vez más temido y rechazado (a la vez que es casi imposible salir de él).
1. Mi todo
Esto resulta en que una mujer está incompleta hasta que encuentra esa pareja: el todo. También resulta en que a una sola persona se le demanda: exclusividad sexual y buen sexo, amigos en común, hijos, vacaciones y momentos de ocio compartidos. Si este combo no se arma hay vacío y sufrimiento. El asunto es que ¡muchísimas veces no se arma el combo! ¿Qué haremos">