Siempre intuí que iba a ser padre. Podría decir que eran las ganas de acurrucar a mis hijos en brazos, o un convencimiento íntimo, o el deseo de tener una familia en la que hubiera chicos dándolo todo vuelta y adolescentes estirando la paciencia. Eso estaba presente, pero había algo más: una noción casi biológica. Para lograr un sentido de “completud” vital necesitaba tener descendencia, no ser sólo yo. Como si el paso por el mundo fuera menos cruento si uno deja alguien que honre enseñanzas.
Escribo esto y lo percibo políticamente incorrecto. La persona vale por lo que es y no por lo azaroso de sus hijos. Conozco mujeres y hombres que han elegido con claridad no tenerlos por sentir casi lo contrario: quitan libertad para el desarrollo del ser. Esa “completud” de la que hablaba la perciben distinta, asociada con lo que ellos cincelan, no con un vicario que nos reemplaza.
Usé la palabra biológico. Es curioso porque un hijo es tanto más que eso pero también hay algo de increíblemente irreal en la gestación. Explíquenme todo lo que quieran sobre el óvulo y el espermatozoide: no alcanza. Cuando uno sabe que esa unión, pequeñisísima, se convierte en un ser con alma queda maravillado. Hay algo de fantástico allí, y yo necesito ser protagonista.
Claro que los hijos tienen su dimensión propia. Ser padre es como una escuela en la que uno siempre repite año y eso puede tener algo de masoquismo pero muchísimo de disfrute. Recuerdo la primera sonrisa nítida de mi hijo mayor a los tres meses. Comunicaba una epifanía contagiosa, al punto que me parecía estar con un pequeño adulto delante. Ya sé, a veces soy de exagerar pero esa fue la sensación. Y los primeros pasos sin sostenerse... Ellos no lo podían creer ; yo tampoco. Incluso recuerdo los días exactos en que caminaron (y no soy bueno para las fechas).
Una vez leí que el hombre, mientras siga siéndolo, no entenderá cabalmente la magia de la vida ni el fin en la muerte. No nos es algo dado. El día que se devele el antes y el después seremos superhombres, ya no humanos.
Mientras tanto, me alegro de ser padre.
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