Una mañana reciente toqué la puerta principal de una elegante casa de dos pisos en Redwood City, California. En cuestión de segundos me abrió la puerta un robot sin cara, vestido con un mameluco beige bien ajustado a su cintura y a sus largas piernas.
Este humanoide esbelto me dio la bienvenida hablando con lo que parecía un acento escandinavo y le propuse estrecharnos la mano. Al tocarse nuestras palmas me dijo: “Mis apretones son fuertes”.
Cuando el dueño de casa, un ingeniero noruego llamado Bernt Børnich, pidió un poco de agua embotellada, el robot giró, entró caminando en la cocina y abrió la heladera con una mano.

La Inteligencia Artificial ya maneja autos, redacta ensayos y escribe código informático. Ahora los humanoides, máquinas construidas para que parezcan seres humanos e impulsadas mediante IA, están a punto de instalarse en nuestras casas para ayudarnos con las tareas cotidianas.
Børnich es director ejecutivo y fundador de la empresa emergente 1X. Antes de que acabe el año, dicha startup espera colocar su robot, Neo, en más de 100 hogares de Silicon Valley y otros lugares.
La empresa de Børnich se encuentra entre decenas de compañías que planean vender humanoides a hogares y negocios. Según la firma de investigación PitchBook, que analiza la industria tecnológica, desde 2015 los inversores vienen destinando 7.200 millones de dólares a algo más de 50 startups.
El año pasado el furor por los humanoides alcanzó un nuevo pico cuando las inversiones superaron los 1.600 millones de dólares.
Esto sin contar los otros miles de millones que Elon Musk y Tesla, su empresa de coches eléctricos, están invirtiendo en Optimus, un humanoide que comenzaron a construir tiempo atrás, exactamente en el año 2021.
Empresarios como Børnich y Musk creen que algún día los humanoides harán gran parte del trabajo físico que ahora realizan las personas, incluidas tareas domésticas como limpiar mesadas y desocupar lavavajillas, trabajos de depósito como clasificar paquetes y labores fabriles como construir autos en una línea de montaje.
Los robots más sencillos -brazos robóticos pequeños y carretillas autónomas, por ejemplo- comparten con personas desde hace mucho tiempo la carga de trabajo en depósitos y fábricas.

Ahora las empresas apuestan a que las máquinas puedan realizar una gama de tareas más amplia imitando la forma en que los seres humanos caminan, se agachan, giran, alcanzan, agarran cosas y llevan a cabo sus tareas en general.
Dado que casas, oficinas y depósitos se han construido para seres humanos, estas empresas argumentan que los humanoides están mejor equipados para desenvolverse en el mundo que cualquier otro robot que tuviera una forma no humana.
Durante años han circulado en Internet videos que muestran destrezas notables de estas máquinas, pero que, a menudo, están guiadas de manera remota por seres humanos. Y tareas sencillas como cargar un lavavajillas son todo menos sencillas para ellas.
Gestación en Silicon Valley
Fui por primera vez a las oficinas de 1X en Silicon Valley hace casi un año. Cuando entró en el despacho un humanoide llamado Eve abriendo y cerrando la puerta, no pude evitar la sensación de que aquel robot de ojos como platos en realidad era una persona disfrazada.
Eve se desplazaba sobre ruedas, no piernas. Incluso así seguía pareciendo humana. Pensé en El dormilón, la comedia de Woody Allen de 1973 llena de mayordomos robóticos, y en la Robotina de Los Supersónicos.

Los ingenieros de la compañía ya habían construido Neo, pero el robot aún no había aprendido a caminar. En una de las paredes del laboratorio de la empresa se veía colgada una versión preliminar suya.
En 2022, Børnich se conectó a una videollamada de Zoom con un investigador de IA llamado Eric Jang. No se conocían hasta ese instante.
Jang, que ahora tiene 30 años, trabajaba en un laboratorio de robótica en la sede de Google en Silicon Valley, y Børnich, que ahora tiene 42, años, dirigía una startup en Noruega llamada Halodi Robotics.
Un inversor potencial le había pedido a Jang que recopilara información sobre Halodi para ver si valía la pena invertir allí. Børnich se lució exhibiéndole a Eve.
Era algo que había soñado construir desde su adolescencia, inspirado, como muchos expertos en robótica, por la ciencia ficción (su película favorita: Blade Runner).
“Vi un nivel de hardware que no creí que fuera posible”, cuenta Jang.
El inversor potencial no invirtió en Halodi. Pero pronto Jang convenció a Børnich para que unieran sus fuerzas.
Jang formaba parte de un equipo de Google que les enseñaba nuevas habilidades a los robots mediante sistemas matemáticos llamados redes neuronales, por medio de las cuales aprenden en base a datos que representan tareas del mundo real. Después de ver a Eve, Jang le sugirió a Børnich que aplicaran la misma técnica a los humanoides.
El resultado fue una empresa transatlántica a la que rebautizaron como 1X. La startup, que ha crecido hasta alcanzar unos 200 empleados, cuenta ahora con más de 125 millones de dólares en financiación de inversores tales como Tiger Global y OpenAI.
Aproximadamente seis meses después de conocer a Eve, cuando regresé al laboratorio de la compañía me recibió un Neo que caminaba.
Le habían enseñado a desplazarse plenamente en el mundo digital. Simulando la física del mundo real en un entorno similar a un videojuego, habían podido entrenar una versión digital del robot para que se mantuviera de pie, en equilibrio y que, con el tiempo, diera pasos.
Al cabo de meses de entrenar a ese robot digital, transfirieron todo lo aprendido por él a un humanoide físico. Si yo me interponía en su camino, Neo se detenía y me rodeaba para continuar desplazándose. Si lo empujaba en el pecho, se mantenía de pie. A veces trastabillaba o no sabía bien qué hacer. Pero podía caminar por una habitación como las personas.
“Todo esto es comportamiento aprendido”, explica Jang, mientras cada paso de Neo golpea el suelo. “Si lo ponemos en cualquier entorno, debería saber cómo hacer esto mismo.”
Tareas domésticas
Cuando volví a la casa de Børnich un mes después, Neo estaba empezando a tener problemas con la puerta de acero inoxidable de la heladera. Su conexión wifi se había caído.
Pero una vez que el técnico oculto la reinició, pudo guiar al robot sin problemas en su pequeña tarea. Neo me alcanzó una botella de agua.
También lo vi cargar el lavarropas agachándose con cuidado para sacar la ropa del canasto. Y mientras Børnich y yo charlábamos fuera de la cocina, el robot empezó a limpiar las mesadas. Todo aquello se hacía por control remoto.
Aun comandado por seres humanos, a Neo podía caérsele una taza o podía tener dificultades para encontrar el ángulo correcto al intentar tirar una botella vacía a un tacho de basura debajo de la pileta.
Si bien han mejorado muchísimo en la última década, los humanoides todavía no son tan ágiles como las personas. Neo, por ejemplo, no puede levantar los brazos por encima de su cabeza.
Mientras guían a Neo en las tareas domésticas, Børnich y su equipo pueden recopilar datos -mediante cámaras y otros sensores instalados en el propio robot- que muestran cómo se hacen esas mismas tareas.
Los ingenieros de 1X pueden usar tales datos para ampliar y mejorar las aptitudes que tiene Neo hasta ahora.
Así como ChatGPT puede aprender a escribir trabajos académicos analizando textos seleccionados en Internet, un robot puede aprender a limpiar ventanas identificando determinadas pautas a lo largo de horas de video digital.
La mayoría de los proyectos humanoides, incluidos el Optimus de Musk e iniciativas similares como Apptronik y Figure AI, están orientados a diseñar humanoides para depósitos y fábricas, fundamentándose en que esos entornos estrictamente controlados serán más sencillos para la navegación de los robots.
Por lo pronto, 1X aún no ha fijado un precio para estas máquinas que produce en su propia planta industrial de Noruega.
¿Adiós a la empleada humana?
Fabricar un humanoide como Neo cuesta aproximadamente lo mismo que fabricar un automóvil chico: decenas de miles de dólares. “Queremos que cada hogar nos proporcione sus datos bajo sus propios términos”, aseguró el ingeniero.
Usando esos datos, Børnich espera crear un humanoide capaz de realizar prácticamente cualquier tarea doméstica. Esto implica que Neo podría llegar a reemplazar a quienes se ganan la vida limpiando casas.

Pero eso todavía está a años de distancia, en el mejor de los casos. Y a causa de la escasez creciente de personal que se encarga de la limpieza de viviendas o del cuidado de personas mayores y también de menores, las organizaciones que representan a esta fuerza laboral ven con buenos ojos el auge de nuevas tecnologías que funcionen eficazmente en el hogar, siempre que empresas como 1X produzcan robots que trabajen bien junto a los trabajadores humanos.
“Estas herramientas podrían facilitar algunos de los trabajos más extenuantes, exigentes y peligrosos, y permitir que los recursos humanos se concentren en cosas que solo pueden resolver las personas”, comenta Ai-jen Poo, presidenta de la Alianza Nacional de Trabajadores Domésticos, que representa al personal de limpieza de casas, cuidados a domicilio y baby sitters de todo el país.
Otros humanoides que he conocido pueden ser intimidantes. Neo, de menos de 1,65 metros de altura y 30 kilos, no lo es. Sin embargo, yo me preguntaba si podría lastimar a una mascota, o a una criatura, con una caída.
¿La gente dejará que esta máquina entre en sus casas? ¿Con qué rapidez mejorará Neo sus aptitudes? ¿Puede liberar a las personas de sus quehaceres diarios? Todavía no tienen respuesta estas preguntas. Pero Børnich sigue adelante.
Traducción: Román García Azcárate.
Sobre la firma
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO