Un hombre envuelto en una túnica frente a una esfinge en llamas. Una ciudad del futuro, ambulante y eólica, que surca los cielos. Extraños seres que son personificaciones de los signos del zodiaco, rodeados de números y símbolos. Las visiones del artista Xul Solar son inacabables, y las representó tanto en pinturas, como en instrumentos y lenguajes.
Aquella cosmovisión única sigue vigente en el Museo Xul Solar, que ocupa el lugar de su viejo hogar, en muestras temporales como la que se encuentra ahora en Malba Puertos, “Xul Solar y Daniel Leber: Vuelo infinito”, o en la investigación que la arquitecta y curadora Cecilia Bendinger realizó sobre el artista.
Una valija llena de vanguardia
Oscar Agustín Alejandro Shulz Solari nació el 14 de diciembre de 1887, en San Fernando. De joven comenzó la carrera de arquitectura, pero confesaba haberse sentido perdido, insatisfecho, y buscó una manera de encontrarse viajando a Europa, en donde residió por 12 años, y en donde se codeó con artistas como Picasso y Modigliani y ocultistas como Aleister Crowley, mientras exploraba filosofía, esoterismo, religión e idiomas (llegó a saber 12). Allí, se cambió el nombre a Xul Solar.

Cuando volvió a Argentina, trajo valijas llenas de libros y pinturas. O más bien, como dijo la guía del Museo Xul Solar, Sofía, allí transportaba literalmente las vanguardias. El escenario artístico de la Argentina de principios de la década del veinte estaba regido por los clasicismos, pero Xul Solar, acompañado de otros colegas, comenzó a resquebrajar aquel canon.
Junto a él, artistas como Emilio Pettoruti, Norah Borges, Pedro Figari y escritores como Jorge Luis Borges, Eduardo González Lanuza, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal o Macedonio Fernández configuraron la vanguardia que se materializó en la revista Martín Fierro.
Borges, Marechal, Solar y la antroposofía
Un vínculo no muy estudiado, y que Bendinger desarrolló en dos libros, es la relación entre Borges, Marechal y Xul Solar con Rudolf Steiner y su antroposofía. Esta es, de alguna forma, una disciplina que busca adquirir conciencia y llegar a la trascendencia mediante distintos medios. “Él deja un legado: las escuelas Waldorf, la agricultura biológica dinámica, la medicina antroposófica, la euritmia, los bancos verdes”, aclara la curadora.

La casa de Xul Solar en la calle Laprida 1214 pronto se convirtió en un polo intelectual en donde, entre otros, se reunía junto a los dos escritores. Lo llamó el Panklub. Allí, traducían a un inédito Steiner y compartían sus conocimientos. De esta forma, se puede rastrear elementos en común en los tres.
“Borges toma ese conocimiento y lo plasma en el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Por otro lado, lo relatado en “Las ruinas circulares” es lo mismo que lo plasmado en el primer hexagrama de las visiones de Xul Solar del I Ching. Borges sabía de estas visiones porque probablemente, cuando se juntaban, se las mostraba”, explica Bendinger.
Como ella aclara, para entender a Xul Solar hay que entender aquella cosmovisión que poseía y que era heredera de la de Steiner. Los símbolos están muy presentes tanto en su obra como en la de Borges. Las cintas rojas, la serpiente verde o la canoa se manifiestan en las pinturas de Xul Solar, así como el laberinto, la arena o el tigre aparecen en la obra del escritor. “El símbolo tiene la capacidad de trasladarte a un lugar más elevado”, afirma Bendinger.

De esta forma, se puede entender lo multifacético de Xul Solar en las tantas formas en las que expresaba sus visiones, vinculadas a un mundo espiritual. Así como Steiner buscaba aplicar el conocimiento esotérico en las diferentes disciplinas que creó, el artista argentino lo volcaba en la música, en la pintura o en el lenguaje, con una partitura que buscaba que fuera accesible para todo el público, un panajedrez que trabaja con los sentimientos, una panlengua universal hecha para poder transmitir lo que veía o un mazo de tarot único.
Un legado en diálogo
“Él no tuvo discípulos que pintaran”, afirma Bendinger. Y si bien en su momento no tenía aprendices, con el tiempo su obra influenció a muchos artistas, en cuyas piezas se pueden encontrar elementos de Xul Solar. Uno de ellos es Daniel Leber.
Nacido en 1988, Leber se vio cautivado por la obra de Xul Solar a sus 15 años. “Su entrada por lo visual es muy seductora: la geometría, los colores, los elementos simples y reconocibles, los símbolos, animales y paisajes. Me atrajo mucho desde pibe”, cuenta.

Con los años, fue estudiando historia del arte y profundizó en su trabajo, algo que se refleja en su variada obra de dibujos, óleos sobre telas y madera y esculturas de hierro galvanizado, que se puede encontrar en el Malba Puertos, en la muestra “Xul Solar y Daniel Leber: Vuelo infinito”, desde el 29 de marzo al 31 de agosto, con entrada libre y gratuita.
“Comparto su búsqueda de profundizar en la metafísica y conectar diferentes mundos a través de los símbolos. En su afán de encontrar formas nuevas y mejoradas siempre estuvo buscando maneras de encontrar elementos de diferentes tradiciones esotéricas y espirituales. Inventaba su propia mística. Yo me siento identificado porque también intento construir mi cosmovisión a partir de símbolos y lecturas simbólicas que encuentro en el mundo”, explica.
De alguna forma, Leber no solo continuó aquel trabajo, sino que también lo diversificó. “Leber retoma estos símbolos, pero le da otro movimiento. Lo saca del plano de la pintura y lo lleva al 3D. Es de alguna forma un ejercicio para expandir la consciencia”, afirma Bendinger.

Xul Solar murió el 9 de abril de 1963 en su otra casa, en Tigre. Su fascinante vida fue de alguna forma sintetizada por Borges, líneas que se encuentran en la entrada del museo: “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras de lenguaje, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad. Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época”.
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