Una vez más comienzo de clases. Una vez más estos peligrosos rituales nuevos. Una vez más nuestros chicos al borde la cornisa.
Estamos los adultos acompañando a nuestros chicos en el camino del crecer de manera insana. De manera tibia. De forma negligente, los estamos dejando solos.
Hablo del Estado y de la una gran cantidad de padres que yo llamo "amorosamente tibios". Seguimos naturalizando y acompañando de manera resignada estos modos de festejar que los adolescentes, con peligrosísima vía libre para la transgresión, han incorporado y legitimado en los últimos diez años.
¿El origen? Muy sencillo. Crecer asusta. Y de esto hable en numerosas oportunidades: frente al miedo a crecer los chicos se apoyan en tres muletas:
✔️Hipererotización precoz
✔️Tecnología como anestesia y refugio frente a lo difícil del vivir
✔️Consumo de alcohol y sustancias psicoactivas
En esta línea, y acompañado las practicas ruidosas que siempre estuvieron ligadas a los momentos importantes de pasaje de un estadío a otro (despedidas de soltero, rituales de egreso de las universidades, etc.) los chicos encontraron un motivo más para dar rienda suelta al descontrol: el UPD, o último primer día de clases.
Noche sin dormir, noche de descontrol, noche donde todo está permitido, alcohol, desmanes y hasta el atropello a los más pequeños de su propio colegio como muestra de poder (“Mirá que grandes que somos"). El disparate.
Y los adultos, miran y encogen hombros: "En estos tiempos nos toca ser padres". Disparate.
El trabajo de los padres es poner límites, el trabajo de los hijos es intentar quebrarlos. Y desde la resignación los padres están dejando de hacer lo propio, o sea, los hijos están quedando solos, anomia y tierra de nadie. ¿Hacemos algo o seguimos mirando?
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Reducción del daño con los chicos no
EL SEDRONAR elaboró desde las mejores intenciones (no lo dudo) una guía para padres y chicos. Creo leer en ella una peligrosa manera de pensar el problema, y digo esto desde las mejores intenciones de sumar en la solución al problema.
Esta guía hace referencia (y está muy bien) a no naturalizar el consumo de sustancias pero habla en varios puntos de cuestiones que se terminan ubicando en la línea de la reducción del daño y no de la solución del problema.